Hay términos de moda. Uno de ellos es «Sandbox». Tiene hasta anteproyecto de ley. El anteproyecto define «Regulatory Sandbox» como un espacio controlado de pruebas gobernado por un esquema ley-protocolo similar a los ensayos clínicos.
Es un instrumento del supervisor financiero para conocer las innovaciones. Las autoridades de la competencia le dan la bienvenida. Se contempla como una herramienta para facilitar el negocio sin la burocracia que rodea las finanzas. Las iniciativas admitidas en la cohorte “no se encontrarán sujetas a la legislación específica aplicable a la prestación habitual de servicios financieros”. Ha recibido el aplauso casi unánime del sector, incluida la banca tradicional. Según estas voces: “El ‘sandbox’ es una apuesta decidida por la transformación digital del sector financiero”. Es un instrumento de fomento de la competencia y desarrollo de la innovación financiera “base del crecimiento y sostenibilidad de nuestro sector financiero”. La patronal bancaria pide a los supervisores: “Compromisos de no emprender acciones coercitivas durante el periodo de pruebas”, un “sistema de exenciones temporales para operar sin licencia”. Se palpa el entusiasmo: «España se desmarca como un referente«.
Es un mecanismo que surge en el Reino Unido y se extiende por el mundo anglosajón y algunos países emergentes. En ordenamientos continentales, en los que las autoridades financieras tienen una cultura distinta, Sandbox puede ser un fracaso. Es un tren al que no debemos subirnos. Nuevas ideas no siempre son buenas ideas. En Estados Unidos, los representantes de los consumidores se han manifestado contra el Sandbox promovido por quien debería defender a los clientes. Puede convertirse en un puerto seguro para quienes aspiran a evitar la regulación financiera.
Los supervisores deben proteger al inversor y ofrecer seguridad jurídica a la industria y SandBox no hace ni lo uno ni lo otro. Fintech necesita seguridad jurídica. La ley es certeza. No es un laboratorio. Convertir a los consumidores en conejillos de indias de bancos de prueba no es una buena solución. Hay diez razones para rechazar Sandbox.
- Crea inseguridad cuando lo que necesita el sector Fintech es seguridad jurídica con una regulación simplificada que facilite la leal competencia.
- Es contrario a la neutralidad tecnológica.
- Hay alternativas más seguras y útiles. Hay que simplificar la regulación financiera. Los supervisores deben aplicar el principio de proporcionalidad para facilitar el acceso y uso de las nuevas tecnologías en la prestación de servicios financieros. La Directiva de servicios de pagos (PSD2) abre la banca a las Fintech facilitando la portabilidad de los datos. Open Banking marca el camino.
- Convierte a los supervisores en seleccionadores de empresas que pueden operar. Pero los supervisores no deben dedicarse a seleccionar las empresas que acceden al mercado. Es el mercado quien decide que proyectos son de interés general.
- Convierte a los supervisores en tutores o monitores de las empresas seleccionadas. Con esta función asumen una responsabilidad patrimonial ante los inversores que pudieran verse perjudicados por las actividades de las empresas seleccionadas.
- Crea el riesgo de competencia desleal pues las empresas seleccionadas pueden caer en la tentación de utilizar como distintivo para atraer negocio el hecho de haber sido seleccionadas y de actuar bajo tutela de las autoridades administrativas.
- Surge el riesgo legal de demandas por incumplir normas de protección del consumidor financiero, de carácter imperativo y de las que no se puede disponer.
- Es contrario al carácter transfronterizo de las actividades Fintech. El Sandbox regulatorio es nacional y carecer de pasaporte europeo.
- Carece de utilidad para las empresas Fintech pues condiciona su actividad al protocolo que se establezca al ser seleccionadas. De tal modo que limita su crecimiento y además no queda asegurada su continuidad. Mejor seria operar en un ámbito desregulado en un permanente contacto con el supervisor para solicitar autorización cuando resulte pertinente. A veces nos olvidamos de que hay libertad de empresa salvo que la actividad quede sometida a registro o autorización administrativa. Cualquier ampliación del perímetro de los servicios regulados debe realizarse con consulta previa a los interesados, entre los que se encuentran las empresas que operan en el mercado. Tampoco es una herramienta útil para los supervisores pues ser monitores les compromete.
- El fracaso de Sandbox dañaría el desarrollo de la innovación financiera y supondría un golpe para la reputación de los supervisores financieros.
[…] una cultura distinta, Sandbox puede ser un fracaso. Es un tren al que no debemos subirnos”, señala Fernando Zunzunegui, profesor de Derecho Financiero de la Universidad Carlos III de Madrid. “Los […]