Fernando Zunzunegui, Abogado, y Fernando Mansilla, Psicólogo

cue13 Crisis económica y corrupciónFrente a lo que se suele considerar, la crisis no es el resultado de la avaricia de los banqueros, sino una mezcla de pérdida de moral, fallos de control y desgobierno de los asuntos económicos y financieros. La crisis deriva en buena medida de la corrupción, es decir, de la manipulación o trasgresión de las normas que rigen el sistema económico con vistas a lograr un beneficio particular. La existencia de corrupción es un problema de higiene organizacional que se debe abordar y prevenir, más allá de buscar culpables, reales o imaginarios. Es preciso dedicar esfuerzos no sólo a analizar la corrupción propiamente dicha, sino también la imagen que la opinión pública, o ciertos sectores de la opinión pública, tienen de la corrupción. Las creencias y reacciones emocionales sobre la corrupción pueden tener consecuencias sociales tan importantes en términos de inestabilidad política o económica como el fenómeno en que se sustentan. La crisis económica no es ajena a que la falsedad, la impostura y el engaño en muchos estamentos financieros pueden ser vistos como un rasgo de inteligencia o de viveza. Pero la crisis ha llevado aparejada actuaciones injustas que han beneficiado a unos pocos y han perjudicado a la mayoría, lo que ha extendido masivamente la injusticia social. Según un estudio de Commerzbank la crisis ha destruido valor por importe de 7 billones de euros. Con la crisis se han incrementado las comisiones bancarias, se ha bloqueado el acceso al crédito y se ha reducido la remuneración al ahorro. Las ayudas públicas a los bancos en dificultades han disparado el déficit público, una carga difícil de soportar para las futuras generaciones. Además la crisis también ha tenido consecuencias para la salud, ya que ha generado incertidumbre, desesperanza y estrés en muchas familias y ha exacerbado cualquier patología donde la había.

Las crisis implican cambios que provocan nuevas formas de organización e interrelación. Una vez liquidado el equilibrio entre las partes del sistema, la tendencia es a adaptarse logrando un nuevo equilibrio. De la crisis generada por la corrupción económica se puede salir fortalecido, con mejoras en la seguridad del sistema económico. Ante la crisis se pude tener una actitud negativa, es decir, considerarla como un evento que obstaculiza el desarrollo de nuestra vida. Pero también se puede percibir como algo positivo que obliga adaptarse y crecer, que se superará en un plazo más o menos largo.

Ahora que se oye decir que algunos países salen de la crisis económica, puede ser el momento oportuno para poner los pilares del armazón normativo que sirva de guía para prevenir otras crisis y salir fortalecido de la que nos afecta. Quienes más han contribuido a la crisis quieren cerrarla pronto sin reformas que amenacen sus privilegios. Pero el cierre en falso de la crisis, sin las reformas necesarias, impediría acceder a un nuevo equilibrio. Y sería el germen en un futuro no muy lejano de una nueva crisis, más profunda y devastadora.

En definitiva, la labor en la detección de los distintos niveles de corrupción y la acción sobre ellos debería abrir una línea de trabajo continuo. Se debe sensibilizar y educar a quienes operan en el sistema financiero sobre las consecuencias negativas que, a corto y largo plazo tiene la tolerancia de la corrupción. Es preciso transmitir a los políticos la idea de que frente a la corrupción sólo cabe la prevención, eliminando aquellas situaciones que conllevan riesgos de irregularidades que a la larga se vuelven contra el que las tolera o contra del sistema en su conjunto.

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