El Derecho no es una ciencia exacta. Se resiste a los modelos científicos que simplifican la realidad. Regular la conducta humana es una ciencia social. Por esta razón, es difícil mecanizarla. Ningún robot podrá sustituir al abogado en el juicio ni dictar sentencia como lo hace un juez.
El Derecho utiliza otros saberes para enriquecerse. La economía y la psicología son ciencias auxiliares. A finales del siglo pasado tomó fuerza una escuela partidaria de sustituir el Derecho por criterios económicos. La regulación financiera quedó condicionada a la eficiencia. Estos autores consideran que sólo se debe regular cuando hay un fallo de mercado. Consideran que el mercado es eficiente. Es el mejor asignador del ahorro a la inversión. Utilizaron como modelo de buen hacer a las empresas de rating. Cada empresa sabe defender su propia reputación. Son partidarios de que los bancos se autorregulen.
Pero la crisis financiera ha puesto al descubierto las consecuencias de la desregulación. En un mercado con productos complejos de difícil valoración la regulación de la conducta de los intermediarios es esencial. La búsqueda de la recuperación de la confianza perdida pro los fraudes en masa al ahorro del público hace volver la vista hacia la regulación.
Aquellos que antepusieron los criterios económicos a los principios generales del Derecho retornan ahora para criticar el paternalismo. Desconfían de las normas de conducta que protegen la cliente de los abusos de los intermediarios. Buscan y encuentran en la psicología otro sustituto para el Derecho. Hablan de sesgos. Utilizan los sesgos cognitivos para responsabilizar a los clientes de la crisis y los sesgos retrospectivos para tratar de evitar que los verdaderos responsables rindan cuentas de sus actuaciones. Así, según estos autores decir que Bankia estaba quebrada al salir a Bolsa o que las preferentes de los bancos islandeses se colocaron incumpliendo las normas de conducta respondería a un sesgo retrospectivo.
Según estas posiciones conductistas más radicales, los sesgos de conducta de los inversores han causado la crisis. No han sido los intermediarios los causantes de la crisis. Son los clientes, con su irracionalidad, quienes la han provocado. La solución no estaría en regular y controlar las operaciones financieras. Bastaría con educar a los clientes para que sepan superar sus sesgos cognitivos. De nuevo se pierde la perspectiva. La psicología no puede sustituir al Derecho. Puede auxiliar al legislador. Desde la ciencia del comportamiento se postula que el ser humano no es racional. Se deja llevar por sesgos cognitivos. Los inversores son adversos al riesgo y al mismo tiempo pecan de exceso de confianza. Conociendo los sesgos cognitivos podemos evaluar mejor al cliente y mejorar las normas de conducta. La psicología es una herramienta útil para regular mejor. Los test de idoneidad se deberían realizar teniendo en cuanta la psicología del cliente. A su vez, debería prohibirse a los intermediarios aprovecharse de los sesgos cognitivos para colocar productos en contra del interés del cliente.