Fernando Zunzunegui, publicado en ZoomNews
A propósito de la sentencia del Tribunal Federal de Australia de 5 de noviembre de 2012, por la que se condena a Standard & Poor´s
Las agencias de rating son un eslabón más en la cadena de fabricación y comercialización de productos financieros. Colaboran con los bancos de inversión fabricantes de los nuevos productos. Les asesoran y ponen su marca de calidad para facilitar la comercialización. Con este rating, se abren los mercados y surgen intermediarios cercanos al inversor final que se brindan a comercializar el producto a cambio de una jugosa comisión. Se trata de una maquinaria comercial cuyo objetivo es hacer atractivo el producto, ocultando su elevado riesgo y gran complejidad. Esta cadena funcionó a la perfección en los primeros años del presente siglo, permitiendo distribuir por todo el mundo productos cada vez más complejos y arriesgados. Se comercializaron bajo una sopa de siglas (CDO, SCDO, etc), cuya comprensión solo estaba al alcance de un puñado de expertos. Se hablaba entonces del apetito de los fondos de pensiones y demás inversores profesionales hacia estos productos innovadores, colocados como si fueran productos simples y seguros. La calidad AAA era suficiente para abrir todas las puertas. Cumplía la finalidad de permitir la colocación indiscriminada de los nuevos productos financieros.
Tras la quiebra de Lehman Brothers descubrimos que eran productos tóxicos sin valor de mercado. Se trataba de productos complejos, derivados sintéticos, sin garantía real. Ahora sabemos, como anunció Warren Buffet en 2003, que estábamos ante “armas financieras de destrucción masiva”.
Lo curioso es que los responsables de la creación de estos productos tóxicos siguen operando como si nada hubiera pasado (business as usual). De hecho los bancos de inversión siguen creando productos complejos de alto riesgo asesorados por las agencias de rating. Nadie había conseguido condenar a las agencias de rating por haber calificado AAA a productos basura.
Por esta razón, debemos destacar la importante sentencia del Tribunal Federal de Australia de 5 de noviembre de 2012, por la que se condena a Standard & Poor´s a indemnizar las pérdidas ocasionadas a doce ayuntamientos australianos por importe de 14,9 millones de dólares. S&P clasificó AAA los derivados sintéticos denominados Bonos Rembrandt emitidos bajo su asesoramiento por ABN AMRO, adquiridos por los citados ayuntamientos confiando en el rating del producto y en la información recibida de su intermediario financiero. Hubo negligencia pues dicho producto debiera haber recibido la nota de bono basura desde el mismo momento de su emisión.
La novedad consiste en que el tribunal australiano considera que S&P no queda protegida por las clausulas de exención de responsabilidad incluidas en los contratos. Según estos disclaimers, los rating representan meras opiniones sobre la calidad crediticia y no garantizan el producto ni constituyen una recomendación para su adquisición. De hecho, en los Estados Unidos las agencias de rating han conseguido la protección de la libertad de opinión, la misma que ampara la libertad de prensa, para blindarse frente a las reclamaciones de los inversores perjudicados por sus malas prácticas.
Las agencias de rating son guardianes del mercado que deben proteger a los inversores. Cuando por negligencia o error causan un daño, este es indemnizable. Como ocurre con los auditores y con los demás participantes en el mercado, las agencias de rating también deben responder cuando causan daño con su actuación profesional. Hay una responsabilidad solidaria entre el fabricante, la agencia que clasifica mal el producto, y el intermediario que siendo consciente de los riesgos omite informar al inversor final. En este sentido, la sentencia declara la responsabilidad del emisor (ABN AMRO), de la agencia de rating (S&P), y del intermediario que comercializó el producto en Australia (LGFS). Se trata de una cadena de responsabilidades que por vez primera se ponen en evidencia. En particular, la agencia de rating es responsable por haber asesorado al emisor en el diseño del producto y en esa situación de dependencia dar la AAA a un producto basura.
Tras más de cuatro años de crisis financiera, la justicia por fin alcanza a las agencias de rating, que tendrán que hacer frente a elevadas indemnizaciones no sólo en Australia sino también en otros continentes, pues ha sido en Europa y Asia donde han tenido mayor difusión los productos tóxicos de los bancos de inversión.
El principal responsable de la colocación de productos complejos de elevado riesgo entre inversores no sofisticados es el banco comercializador que debió abstenerse de ofrecer un producto inadecuado al perfil del cliente, al igual que se puede reclamar al emisor por poner en el mercado un producto peligroso sin avisar de sus riesgos. A esta responsabilidad contractual se añade ahora la posibilidad de reclamar a las agencias de rating el daño causado por la incorrecta clasificación del producto.
[…] Referencias Responsabilidad de las agencias de rating […]
Siempre que la Justicia triunfe, no se corrompa y no sea connivente con otros desórdenes en cuanto al bien común y social se refiere, creo que será bien venida y recibida, sino mejor ¡repudiarla!