Fernando Zunzunegui
Publicado en el diario Público
Durante años, los bancos de inversión de Estados Unidos empaquetaron y distribuyeron basura financiera. Crearon una maquinaria para generar hipotecas, sacarlas del balance de los bancos, mejorarlas con seguros monoline y adornarlas con ratings. Una vez creado el producto, le ponían atractivos nombres como Asset Backed Securities (ABS) y otras sopas de letras, antes de mandarlo al exterior, principalmente a Europa, para su distribución. Este negocio les producía importantes comisiones a los intermediarios.
La maquinaria dejó de funcionar cuando alguien se preguntó por el precio de esos productos de nombre tan complicado. Y la crisis de ese modelo de negocio ha supuesto la desaparición de los bancos de inversión. Además, para limpiar el mercado, el Tesoro americano quería comprar los productos tóxicos distribuidos en su territorio. Su intención era destinar 700.000 millones de dólares, la mitad del PIB español, a salvar a su industria financiera y tratar de animar el mercado inmobiliario. Estamos hablando del famoso Plan Paulson, nombre del secretario del Tesoro, que, de momento, no verá la luz.
¿Pero qué ocurre con la basura financiera distribuida en Europa? Bancos y fondos de inversión también tienen en sus balances productos tóxicos colocados por los bancos de inversión. Son productos que no van a verse beneficiados por ningún plan similar al de Paulson. Quienes entre nosotros han defendido esta apuesta del secretario del Tesoro se olvidaron de recordar que a nosotros no parece que vayan a alcanzarnos ayudas como las rechazadas por el Congreso de Estados Unidos.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) ya ha advertido de que los Gobiernos europeos deben preparar planes de saneamiento similares al americano en cada uno de sus países. Es decir, que vayan preparando la cartera para sanear a sus bancos y financieras. Ayer fueron Fortis en los Países Bajos y Bradford & Bingley en el Reino Unido. Mañana puede ser cualquier otra entidad contaminada por los productos tóxicos distribuidos en Europa por los desaparecidos bancos de inversión. Y en esta ocasión, no parece que vayamos a ver un Plan Marshall que salve a Europa.