La Subdirección de Educación Financiera de la Comisión Nacional del Mercado de Valores ha publicado un documento de trabajo (“Economía conductual para la protección del inversor: Recomendaciones prácticas para inversores, entidades y reguladores”) sobre el comportamiento de los inversores y su protección ante los sesgos de comportamiento.
El trabajo profundiza en los fundamentos básicos de la economía conductual de los seres humanos (racionalidad limitada, preferencias, influencias del entorno, etc.) para explicar, a continuación, el proceso de toma de decisiones de los inversores y la incidencia de los sesgos cognitivos.
Según el estudio publicado, en el proceso de toma de decisiones intervienen tanto la capacidad analítica de la persona como sus emociones e intuición. De acuerdo con la tesis de la autora, gran parte de las decisiones se adoptan “siguiendo procesos intuitivos y automáticos en vez de procesos analíticos y controlados”, de ahí que puedan incurrir en equivocaciones a la hora de decidir. El exceso de confianza, la ilusión de control, el anclaje, la falacia del coste hundido, la aversión a las pérdidas o la predisposición al optimismo son algunos de los sesgos predominantes en la toma de decisiones financieras.
Con el fin de mitigar estos sesgos y proteger al inversor, el trabajo propone repensar la protección al inversor introduciendo el enfoque de la economía conductual. Frente a las tesis de la teoría económica tradicional, la economía conductual pretende explicar el funcionamiento del mercado y el comportamiento de los inversores conjugando la economía con otras disciplinas como la sociología, la antropología y la psicología. En este sentido, hemos de recordar que la CNMV publicó a finales de 2019 la guía “Psicología económica para inversores”, donde se hacía referencia a una serie de técnicas y recomendaciones encaminadas a reducir dichos sesgos cognitivos y a facilitar al inversor la racionalización de su proceso de inversión.
Por último, la autora propone una serie de recomendaciones a adoptar tanto por inversores como por entidades y reguladores. Como primera medida, la autora recomienda a los inversores una adecuada educación financiera. Asimismo, sugiere que los inversores deben conocer las implicaciones de los sesgos cognitivos y técnicas acerca de cómo evitarlos. En el caso de las entidades, se recomienda elaborar la información cuidadosamente, así como evitar la utilización de un lenguaje engañoso, confuso, impreciso o excesivamente técnico. También se recomienda que las entidades adopten mecanismos para afrontar el riesgo de que los clientes tiendan a sobreestimar sus conocimientos y experiencia. Finalmente, incluye varias recomendaciones para las autoridades reguladoras como la necesidad de impulsar la educación financiera.
El trabajo completo se encuentra disponible aquí.