Estamos en un momento de crisis en el que la desconfianza se extiende como una mancha de aceite. Lo que se inició como un bloqueo del mercado interbancario, amenaza con paralizar el funcionamiento de las instituciones. Nos sentimos huérfanos de autoridad. Los clientes quieren confiar en su banco, poder dejar sus ahorros a buen recaudo. Son conscientes de que son la fuente principal de la financiación bancaria. A cambio solo piden seguridad y buen gobierno. Pero para recuperar la confianza es necesario dejar claro que todos estamos bajo el imperio de la Ley, desde la persona de la calle hasta el más importante de los banqueros, teniendo en cuenta el estatuto de cada uno.
De hecho no todos podemos ser banqueros. Además de contar con capital suficiente, solo personas con experiencia y honorabilidad pueden ser banqueros. El Banco de España vela o debería velar porque así fuera. Muchos de los administradores de las cajas de ahorros responsables de su quiebra utilizan en su descargo que no sabían nada de banca. Así lo han declarado en sus comparecencias parlamentarias. Alegan sin pudor que accedieron al consejo de administración por razones políticas, sin tener conocimientos ni experiencia financiera. Hay que reconocer que falló en estos casos el control del acceso a la profesión. El Banco de España nunca debió autorizar su inscripción en el registro de banqueros.
Más curioso resulta el otro requisito que deben tener los banqueros, el de la honorabilidad. Deben ser personas honradas y parecerlo, por cumplir las normas mercantiles y actuar en interés de sus clientes. De tal modo que el banquero pierde la honorabilidad cuando incumple las normas o actúa en contra de sus clientes. Todo esto es algo abstracto que se comprende mejor con un ejemplo. Alfredo Sáenz, consejero delegado de Banco Santander, dejó de ser honorable cuando fue condenado por denuncia falsa de un cliente. La honorabilidad es como la confianza, de cristal. Una vez rota no se recupera. Ni el indulto del Gobierno ni la petición de amparo al Tribunal Constitucional, pueden cambiar los hechos. Sáenz ha sido condenado por un delito doloso y debe dejar de ser banquero. Al Banco de España corresponde darle de baja en el registro de banqueros.
Un reciente auto del Tribunal Supremo considera que el antecedente penal es indiferente al indulto. Pero no hace falta entrar en ese debate. Sáenz está inhabilitado para ser banquero desde su condena por delito doloso. La inhabilitación para el ejercicio del cargo no se hace depender de la inscripción en el registro de penados, ni se suspende por el indulto o la petición de amparo.
No hay nada personal en hacer efectiva la inhabilitación. Hay quien opina que Sáenz ha sido el mejor banquero de España. Puede ser cierto. Es parte de la historia de la banca española. Su labor ha podido contribuir a la conversión de Banco Santander en uno de los principales bancos del mundo. Pero Sáenz se ha equivocado de forma grave al denunciar en falso a unos clientes cometiendo un delito doloso. Razón por la cual está inhabilitado para ser banquero.
No se trata de echar un pulso a la banca ni de saber quien manda en España. Es algo más simple. Hay que aplicar la Ley, separando de su cargo al banquero inhabilitado. El Banco de España debe dar de baja a Sáenz en el registro de banqueros, y comunicarlo a la entidad afectada, para que lo cese como administrador. Se debió hacer cuando fue condenado hace meses. Se puede hacer ahora bajo la opinión autorizada del Tribunal Supremo. Es un momento oportuno para que Luis María Linde, el nuevo gobernador, siente criterio con un golpe de autoridad que ponga tierra de por medio con su antecesor. Para hacerlo le basta con mandar una señal al mercado con el cambio de criterio. Las entidades sabrán entenderlo y acomodar sus conductas al cumplimiento normativo. Se impondrá de nuevo la disciplina y el respeto al Banco de España.
La banca y las instituciones están puestas en cuestión por su papel en la crisis. Ahora más que nunca necesitamos saber que se cumplirán nuestras expectativas, que podemos contar con banqueros expertos y honorables, y con autoridades a las que no les tiemble el pulso al aplicar el imperio de la Ley.
Referencias
Zapatero en funciones no puede indultar a Sáenz
Honorabilidad en el Santander
Los ciudadanos corrientes, los que no son autoridades ni notables en la economía, no pueden confiar sus ahorros, en caso de tenerlos: quizás, desde hace tiempo, las subidas salariales inexistentes tenían por objeto esto precisamente, evitar el ahorro en las economías domésticas, para conducirlo a una masa elitista, con excesiva capacidad monetaria pero la suficiente para comprar el mundo y las voluntades de sus habitantes. Por si peligraran estas estrategias, también se han previsto estrategias que dificulten los negocios bancarios (empezando con las Agencias calificadoras, siguiendo con los rescates bancarios y sus peticiones, prosiguiendo con las autoridades, interventores y autoridades supervisoras de los bancos centrales nacionales, y ahora,…, no se sabe qué más…, porque hasta se contradicen descaradamente, incumpliendo lo prometido y ‘faltando a la palabra de honor’ de la que, como elite (ahora sin masa) hacen gala y presumen de éticos). A todo esto, no solo habrá que desconfiar por estas contradicciones, sino también por su indeferencia ante el trabajo y por los derechos del trabajo, de la economía, y los derechos sociales, y donde digo derechos también hablo de las obligaciones de un hombre (y mujer) honesto, de bien. Atte, CC, en Madrid, a 19 de octubre de 2012