Fernando Zunzunegui

lar13 El déficit del Informe De LarosièreEl denominado Grupo de De Larosière, formado por gobernadores y banqueros, ha presentado un informe en el que analiza de forma neutra las causas de la crisis financiera y en el que se extraen determinadas conclusiones. La principal es la de crear un Sistema Europeo de Supervisión Financiera (SESF), paralelo al Sistema Europeo de Bancos Centrales, pero sin crear en este caso una Autoridad equiparable al Banco Central Europeo. Se trata de un colegio de supervisores, con funciones microprudenciales, de vigilancia de la estabilidad de cada una de las entidades financieras, compartidas entre organismos comunitarios y de los Estados miembros. Junto a este sistema se propone la creación de un Consejo Europeo de Riesgo Sistémico para prevenir y gestionar las crisis, con funciones macroprudenciales, en el que participan el Banco Central Europeo y la Comisión Europea. Puede ser algo desmadejado como apunta Karol Lanoo, pero merece una valoración positiva. Es un avance en tiempos de crisis.

Estas propuestas han sido asumidas con entusiasmo por la Comisión Europea, y se espera que también lo sean por el Consejo y por el Parlamento Europeo.

El Informe De Larosière resulta útil pero olvida lo más importante, la base del sistema financiero, la confianza del público en los mecanismos de asignación del ahorro a la inversión, rota por la crisis. La reforma de las altas estructuras de las finanzas es conveniente pero insuficiente para recobrar la confianza en los bancos por parte de los ciudadanos. Hay que adoptar otras medidas cuya visión no está al alcance de los técnicos ni de los altos directivos de la banca. Nos estamos refiriendo a una nueva cultura que cambie la forma y el contenido de la regulación financiera.

La ortodoxia de la regulación financiera parte de un permanente diálogo entre los supervisores y la industria. Gobernadores y banqueros hablan el mismo idioma y comparten los mismos objetivos. La relación con los lobbies de la industria facilita el desarrollo del marco legal por parte de los supervisores. A su vez, la industria recibe de los supervisores una aplicación de la normativa amable con sus intereses. Este permanente dialogo ha llevado a un régimen financiero disfuncional en el que no se garantiza la protección de los inversores y en el que queda amenazada la propia existencia del mercado. Algo habría que cambiar.

El Informe de De Larosière ignora a los usuarios del sistema. Ni siquiera ha tenido la prudencia de incorporarlos en la larga lista de participantes consultados para su elaboración. Esta actitud ha sido criticada por el Grupo de Expertos en Servicios Financieros de la Comisión Europea (FIN-USE), en carta abierta al presidente Barroso.

Y la Comisión Europea ha sabido comprender el déficit del Informe De Larosiére. En su reciente Comunicación sobre la crisis tiende la mano y sus recursos a los intereses de los inversores para que puedan hacer oír su voz en la reforma de la regulación financiera. De este modo sienta las bases para establecer un fructífero dialogo entre los supervisores y los usuarios de los servicios financieros que permita hacer simple lo complejo y facilitar de este modo el retorno de la confianza de los ciudadanos en el mercado financiero.

Referencias

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