Fernando Zunzunegui
El mercado financiero se fortalece cuando los ahorradores confían en los intermediarios, y en sus decisiones profesionales. Los bancos y demás intermediarios financieros trabajan con dinero ajeno y pueden abusar de su posición. Pero son merecedores de toda confianza y en sus manos ponen los ahorradores su dinero.
Conviene no obstante por la importancia de su posición fiduciaria mejorar la supervisión de los intermediarios financieros. Los mejores técnicos, los profesionales de más alta retribución deberían trabajar para la CNMV. Sobre estos técnicos recae la importante labor de examinar a quienes operan con el ahorro del público. Cumplen la función de velar por la integridad del mercado, evitando fraudes. Sin duda la CNMV también debe contar con colaboradores externos. Los auditores, analistas, empresas de rating, los asesores legales tienen gran utilidad para el supervisor. Pero la CNMV no puede confiar plenamente en su criterio, ni descargar en estos guardianes sus responsabilidades públicas.
Decir que los inversores deben formarse para poder decidir mejor sobre el destino de sus ahorros, que deben examinar en profundidad los folletos de las emisiones y entender las operaciones que tienen lugar en el mercado, es lanzar un mensaje contrario a la confianza que sustenta el mercado. Los inversores confían en que los intermediarios defienden sus intereses. Creen contratar profesionales conocedores del mercado y de sus operaciones. Lanzar el mensaje de que no deben confiar en los intermediarios financieros, de que deben ser capaces de tomar sus propias decisiones, de que deben tener la educación suficiente para operar como profesionales, es un mensaje demoledor que ataca el principal pilar del mercado financiero, la confianza que tienen los ahorradores y deben mantener en los intermediarios.
Cambiar los hábitos de los ahorradores para decirles que deben poder decidir por si mismos, tener autonomía al margen de los profesionales, es contrario al funcionamiento eficaz del mercado. Cada uno tiene su profesión, su oficio, y es en ella donde uno debe ser maestro. La respuesta del inversor informado, lector de folletos, experto en finanzas, no puede se otra que apartarse de la intermediación financiera. Abandonar el mercado como hoy lo conocemos.
Del mismo modo que confiamos en los médicos, cuando vamos a un hospital, debemos confiar en los bancos y demás intermediarios cuando nos acercamos al mercado para invertir nuestros ahorros. En el quirófano, desnudos e inconscientes, estamos en manos del cirujano, pero no por ello pensamos que vaya a abusar de nosotros. A su vez, como ahorradores, ponemos en manos del intermediario nuestra fortuna y no por ello pensamos que vaya a utilizar nuestro dinero en su provecho, en contra de nuestros intereses.
Yo no veo mal confiar en los médicos, o en los intermediarios financieros. Pero creo que esa confianza será mucho mayor en la medida en que las partes puedan comunicarse. Y ese es el problema. No es que le pida a alguien que lea el Ulises de Joyce me haga una tesis doctoral, me limito a decir que es bueno qe sepa leer y escribir.
La situación actual, por seguir con el ejemplo médico, es como cuando un inmigrante que no sabe español acude a urgencias. Confiar confiara, pero a ver como le explica sus males y a ver como sigue el tratamiento.
Y por supuesto el papel de los intermediarios ha de cambiar. No desapareceran, no, pero deberán prestarunos servicios de valor añadido que muchos no prestan. Y que eso cambie no me parece mal.
Echevarri, me alegro de que vayamos poniendo en su sitio la importancia de la educación financiera. Es desde luego necesaria, pero no debe servir de escusa para eximir de responsabilidad a los intermediarios financieros.
Al profesional le corresponde la carga de emplear un lenguaje llano, comprensible por el cliente medio. Banco y cliente deben hablar el mismo idioma, el idioma de la calle. Hay que hacer un esfuerzo, como Leopoldo Abadía al hablar de los Ninja, para hacerse entender.