Fernando Zunzunegui
La banca tiene un problema. No es un negocio sostenible. Recibir y mantener depósitos para dar crédito ha dejado de ser rentable. La banca no cobra a los depositantes, pero debe pagar al Banco Central Europeo por los depósitos. Es una asimetría que quiebra su negocio.
El ahorrador-depositante ha dejado de ser un cliente rentable. De ahí que la banca incentive su transformación en inversor. Lo hace en conflicto de intereses. Los bancos quieren canalizarlos los ahorros de los depositantes hacia productos de inversión en que puedan cobrarles comisiones de gestión. Hay dos productos de utilidad a estos efectos: la inversión colectiva y la gestión de carteras. La inversión colectiva puede generar buenas comisiones de gestión y de custodia además de repercutir todos los gastos. La gestión individual de carteras también puede servir para justificar las comisiones, aunque en carteras reducidas falte la necesaria diversificación. Surge un problema añadido. La renga fija no ofrece en la actualidad una rentabilidad suficiente para cubrir las comisiones y gastos de fondos y gestores. De ahí que al incentivo de invertir los depósitos se añada el incentivo de invertir en renta variable.
Los clientes deben ser informados de este conflicto de intereses. Además, deben ser alertados del riesgo de la inversión más elevado en renta variable que en renta fija. Deben ser conscientes que a mayor rentabilidad mayor riesgo. Lo cual requiere mejorar educación financiera y las prácticas de comercialización. El ahorrador puede no tener perfil inversor y verse sorprendido por pérdidas elevadas. Lo más grave es poner en riesgo el ahorro de jubilación con inversiones en renta variable.
Campañas a ahorradores que incentiven su transformación en inversores de renta variable son temerarias y rozan la ilegalidad. No basta con cumplir formalmente las normas de conducta. Se deben cumplir en lo substancial, es decir, en su función de transparencia y adecuación del producto al perfil del cliente.
Las campañas de distribución no pueden ser indiscriminadas. El gobierno de productos condiciona la distribución al mercado destinatario, con el fin de satisfacer los objetivos del cliente. Además, los bancos deben evaluar al cliente antes de ofrecerle los productos. Recomendaciones personales de determinado producto se condicionan a la previa evaluación de la idoneidad. La oferta debe limitarse a los objetivos del inversor. No se trata de completar un cuestionario premarcado tras colocarle el producto. Pero en la comercialización no siempre se destacan los riesgos ni se limita la oferta al mercado destinatario del producto ni al perfil de riesgo del cliente. La CNMV ha detectado prácticas de incorrecta evaluación del perfil de cliente sobrevalorando su formación, conocimientos financieros y experiencia inversora con el fin de colocarle determinados productos.
Los bancos no deben incentivar al riesgo. Provocar el cambio de perfil de ahorrador a inversor en renta variable es perverso. Más si no se advierte del conflicto de intereses.