Fernando Zunzunegui

%name Crisis y UniversidadNos lo han vuelto a recordar. Ninguna universidad española está entre las primeras del mundo. La primera está en el puesto doscientos. La universidad no publica, no patenta y la calidad de su docencia es deficiente. Una situación que no nos podemos permitir. Para salir de la crisis hay que ser más competitivo. Necesitamos profesionales capacitados y mejorar la calidad de nuestros productos, con más innovación y mejores tecnologías. La situación actual de la universidad es una rémora que dificulta la salida de la crisis.

La universidad española no cumple su función de formar e innovar. Es una institución anclada en el pasado. La modernización no ha llegado a la universidad. No ha habido transición. Siguen las mismas familias agrupadas en “escuelas”, que no son otra cosa que grupos de afinidad con el único objetivo de mantener su poder. Quien no es afín al grupo nunca es promocionado. Los elegidos, se refieren a “su plaza” antes de obtenerla. Se indignan y tachan de desleal a quién se atreve a concursar al margen de los dictados de la escuela. A los independientes los marginan hasta la locura. Se guardan plazas durante años hasta que el vástago se doctora. Para que no se advierta el conflicto, se permutan los hijos para asegurar la carrera universitaria.

Salvo raras excepciones la mediocridad es la tónica habitual. Muchos profesores carecen de conocimientos prácticos. Nunca han trabajado fuera de la Universidad. Falta el necesario vínculo entre la Universidad y la Empresa. Hasta ahora el enlace provenía de los profesores asociados. Sobre estos profesionales de reconocido prestigio recaía buena parte de la docencia universitaria. La de mayor calidad, al contar con conocimientos cercanos a la realidad. Con la excusa de los recortes presupuestarios, se les está expulsando de la Universidad sin ningún miramiento, contando con el silencio cómplice de los sindicatos. Con el sacrificio de los profesores asociados se rompe uno de los pocos vínculos entre Universidad y Empresa.

Falla la selección del profesorado que debería ser realizada por empresas externas o por tribunales con miembros procedentes de cuerpos no universitarios, aplicando siempre criterios objetivos. Los artículos publicados, las estancias en el extranjero, las evaluaciones de la docencia deberían ser determinantes en la obtención de las plazas. La selección inter pares puede ser útil cuando los pares han sido seleccionados por criterios de mérito. Pero cuando, como ocurre en España, la selección se ha basado en afinidades más que en méritos, se tiende a perpetuar el statu quo.

A su vez, Bolonia es una reforma mal entendida. Se orienta a la capacitación superior para ocupar un puesto de trabajo en una economía cada vez más cambiante y competitiva. Los profesores deben guiar a los alumnos en su aprendizaje. Que aprendan a volar en su profesión. Pero, ¿cómo van a explicar las técnicas de aprendizaje profesional quienes nunca han aplicado sus conocimientos? ¿Cómo puede enseñar técnicas empresariales o derecho quien jamás ha pisado una empresa o ejercido como abogado?

Frente a la decadencia universitaria nuestras escuelas de negocio brillan en los rankings internacionales. IESE, ESADE, Instituto de Empresa están entre las mejores del mundo. Su producto, el master, es sinónimo de calidad, de enseñanza útil para un trabajo productivo.

Las Universidades, en lugar de transformarse, presionaron para privar a las escuelas de negocios de su producto estrella, reservando el master a las universidades, como segundo ciclo universitario. Las escuelas de negocios reaccionaron comprando universidades para poder seguir con su actividad. De este modo se abre una pequeña luz de esperanza. De la mano de las escuelas de negocios reconvertidas en universidades surge una nueva enseñanza superior, abierta a una economía globalizada. Surge una alternativa a la vieja universidad endogámica.

En la situación en que nos encontramos la reconversión de la Universidad es una cuestión de Estado. No podemos dejar a quienes gozan de los privilegios de catedras ganadas en un sistema endogámico la suerte de la universidad. Necesitamos innovar y capacitar a nuestros jóvenes para que puedan trabajar en condiciones de igualdad con los profesionales formados en universidades extranjeras. Las universidades públicas deben participar en la recapacitación profesional de los parados. Objetivo que ni si quiera se han planteado. Lloran por los recortes presupuestarios pero no lloran por su mediocridad, reflejada en las clasificaciones internacionales. Piden más dinero, pero nada hacen para mejorar la calidad de nuestras universidades.

Publicado en El Economista, léalo en PDF vía iec.cat

Referencias
Ninguna universidad española entre las 200 mejores del mundo, vía Expansión
Paul Jump, Something rotten in the state of Spain, say whistleblowers, vía timeshighereducation.co.uk
José Carlos Díez, Veinte años no es nada, vía cincodias.

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3 comentarios

  1. Estimado D. Fernando, comparto algunas de tus observaciones críticas, otras no. Comparto la crítica a la falta de solución a los aspectos negativos de la endogamia en la selección de profesorado (aunque tampoco creo que los sistemas que propones como alternativa sean la solución; en todo caso, yo creo que el problema más grave es la ausencia total de una política de personal orientada a las necesidades docentes e investigadoras presentes y futuras en las universidades públicas), o la necesidad de reformar la gobernanza de la universidad pública si que quieren aclanzar cambios de mayor calado. También comparto el alejamiento entre academia y práctica, fomentado tanto por las propias universidades como, en el caso de Derecho, por los colegios profesionales – la experiencia habida hasta ahora con el Master de la Abogacia de la Universidad de Zaragoza y del R. e I. Colegio de Abogados de Zaragoza es un claro ejemplo de desconfianza mutua. Pero no comparto que la universidad pública española no cumpla su función de formar e innovar. Si esta cuestion se ve desde la perspectiva de la actividad formativa e investigadora que se desarrolla en España, creo que el cuadro puede variar: la innovación, rectius, el I+D, con excepción de dos o tres grandes grupos empresariales, se concentra en la universidad pública y los centros de investigación públicos; la universidad privada investiga más bien poco; de otra parte, los ejemplos de «campeones privados» en la actividad formativa a los que te refieres juegan principalmente en la liga del posgrado, y tienen unos objetivos y un marco de actuación que, si se aplicase a la universidad pública, excluirían a muchos estudiantes del acceso a una formación superior. En mi opinión, y sin que ello quiera decir que no se pueden mejorar muchas cosas, que pienso que sí, para como está el país, la universidad pública española no está tan mal. Y, en cuanto a la supresión de plazas de profesor asociado, soy el primero que lamenta que esto suceda.

    • Estimado Dr. Bueso, en efecto, es a la universidad pública a quien corresponde investigar (I+D), pero no lo hace como debiera. Hay que primar y premiar la labor investigadora. Respecto a la docencia, no confío en una mejora de la gobernanza universitaria desde dentro. Le hace falta un impulso político, desde fuera. Por lo demás, lo de estar bien o mal depende de con quien nos comparemos. Desde la perspectiva anglosajona o alemana, que tu bien conoces, estamos muy mal. Reconozcámoslo y compitamos con los mejores. Hay excepciones, magníficos profesores que confirman la regla.

      • Cierto, si nos comparamos con la universidad anglosajona o con la alemana, la cosa está mal, y estoy completamente de acuerdo en que tenemos que cambiar para competir con los mejores. Mejorar en investigación puede ir por apostar definitivamente por el reconocimiento de méritos de transferencia de resultados en los sexenios de cada disciplina, también en macroáreas poco acostumbradas a ello, como puede ser la de ciencias sociales; esto permitiría, además, fomentar el contacto entre la empresa y la universidad, entre la academia y la práctica. Mejorar puede ir por obligar a las universidades a apostar por áreas de docencia e investigación donde pueden ser punteras – aunque esto suponga abandonar otras y no tratar igual a todo el mundo; cosa que solo se puede hacer desde fuera. Claro que hay margen para la mejora, mucho margen, y no te quepa duda de que, dentro de las universidades públicas hay gente con ganas de cambiar – aunque estemos en minoría, por eso hace falta de desde fuera nos echen una mano para impulsar los cambios. Con mi anterior discurso, lo único que pretendía transmitir es que, por desgracia, la universidad pública española está en sintonía con el nivel general de la actividad productiva del país, y que cumple la función que tradicionalmente se le ha venido encomendando con cierta dignidad. Y te digo otra cosa: para que todo esto cambie, los primeros que se tienen que creer que hay que ir por otro camino (con el coste que para ellos puede tener: vuelta a la universidad elitista, un personal mucho más crítico con el poder, que haya estudiantes que hayan de ir a otras comunidades autónomas para estudiar lo que quieren, porque no lo tienen a cinco metros de sus casas, etc.) son los políticos, que son los que están llamados, mediante la elaboración de las leyes, a delimitar el marco de la autonomía universitaria – y, ya puestos, podrían también establecer mecanismos para exigir responsabilidades a los gestores universitarios, que buena falta hace…

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